Los Efectos del Trauma a Largo Plazo en la Salud Mental

El trauma no se borra con el tiempo, se integra en la estructura psicológica y biológica de quien lo ha vivido. A largo plazo, su impacto puede ser importante si no se procesa adecuadamente. No se trata solo de recuerdos dolorosos, sino de una reconfiguración del sistema nervioso que puede alterar la percepción de la realidad, la respuesta emocional y la forma en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás.

El trauma prolongado puede predisponer a trastornos como la depresión, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) e incluso trastornos disociativos. A nivel neurobiológico, el cerebro de una persona que ha sufrido trauma permanece en alerta constante o, por el contrario, en un estado de desconexión emocional, afectando funciones cognitivas como la memoria, la concentración y la capacidad de toma de decisiones.

El impacto del trauma también puede ser físico. Existen estudios que lo vinculan con enfermedades crónicas, desregulación del sistema inmunológico y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Esto se debe a la sobreproducción de cortisol y adrenalina, sustancias liberadas por el estrés prolongado.

El proceso de sanación no se trata solo de “superar” el trauma, sino de aprender a modificar cómo enfocamos la experiencia, modificar el significado que le damos en nuestra realidad. La terapia, la psicofarmacología y herramientas como la meditación y la regulación emocional pueden ayudar a reconstruir un sentido de seguridad y control. No se trata de olvidar, sino de aprender a vivir sin que el pasado dicte el presente.